Una puta cicatriz cada vez con menos carne y más hueso.

No me quedan silencios que decir, ni portazos que dar.

Nunca he tenido valor porque siempre se lo quedaba el cobarde de al lado para no hacer nada. Cuando decías 'todo' era 'nada' y acabó siendo muerte. Contigo aprendí que la vida son dos caricias y una hostia continua. Supe que contigo poner una lavadora servía para quitarnos la ropa, quitar el polvo era echarnos todos los que nos faltaban, y hacerte la comida significaba deshacerte entre mis manos.

Tú me enseñaste que querer olvidar es recordarte dos veces y que las cicatrices se curan con poemas y un poco de saliva entre las piernas;  me enseñaste que los amores que matan al final se acaban muriendo. Que te encontré sin buscarte y te perdí sin quererte.

Entendí que no hiciste nada porque te pudo todo, y que el tiempo perdido es tiempo ganado para aprender que si me dejo llevar al final me encuentro a mí. Aunque quise por encima de todas las ganas que me quitaste, y aunque fuiste mi ser, estar y padecer.

Podría repetir una y mil veces que me jodiste la vida, pero es que ni siquiera eso lo supiste hacer bien.