Una cabeza llena de miedos nunca tendrá espacio para los sueños.


Dos caminos. Uno soleado; el otro, aunque nublado, iluminado por algunos preciosos rayos de sol que se filtran entre los nubarrones. Camino por ambos, un pie en cada uno. Y, cuando tropiezo en uno, el otro me salva. Ambos me gustan, me hacen sentir bien. Pero está claro cuál me llena más, a cuál he dedicado más tiempo y con cuál me voy a terminar quedando. Y es que las sensaciones no son las mismas. Es el segundo el que me llama. Son esos pequeños focos de luz los que me dan esperanza. Esperanza y valentía para soplar con fuerza y apartar esas nubes que no me dejan disfrutar del resto del cielo. Es la silueta que me espera al final del camino y que susurra mi nombre… Y que aunque no pueda caminar descalza por las piedras que intentan hacerme tropezar, por él seguiría, sin descanso, sin mirar atrás. Y, aunque cuando camino por el primero no hago más que pensar en el segundo, en él me siento bien, me siento feliz. No sé si será porque ahí el sol brilla con más fuerza y me abraza con su calor, porque puedo caminar descalza sin temor a que mis pies sean heridos. O tal vez sea que en él no veo final, y ese misterio me incita a seguir. ¿Entonces? ¿Qué debo hacer? ¿Seguir el camino soleado, feliz, aunque echando de menos los rayitos de sol del segundo, haciendo caso a mi mente y a mi piel, que me piden luz y cariño? ¿O hago caso a mi corazón, que a pesar de todas las dificultades me pide que corra hasta quien me espera al final de tantas piedras? En algún momento ambos caminos comenzarán a distanciarse, y tendré que elegir con cuál quedarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

trucos blogger
Swimming Sperm Domo